Título: La cinta blanca
Título original: Das weiße band
Dirección: Michael Haneke
País: Francia, Alemania, Austria
Año: 2009
Fecha de estreno: 15/01/2010
Duración: 144 min.
Desde la primera imagen estática con la voz en off introductoria, Haneke asusta,
impresiona. Una puesta en escena
deliberadamente sobria y hermética nos prepara para lo que se nos va a contar: un relato terriblemente triste, un
drama psicológico que tiene como tema principal la búsqueda del germen de la
maldad en el ser humano, nada menos.
Haneke, acostumbrado a transgredir y provocar, se pone esta vez más
serio que nunca y da de lleno dónde más duele.
La historia
disecciona con un ritmo intencionadamente lento y claustrofóbico los extraños
sucesos acaecidos poco antes de la I Guerra Mundial en un pueblo del norte de
Alemania cuyos habitantes están sometidos por dos frentes: por un lado una
familia de título nobiliario que controla la vida social y por otro una moral ultra-religiosa y
coaccionadora promulgada por el pastor de la región.
Haneke va
desarrollando la trama inductivamente hasta conseguir hacernos tener una visión
global de todas las personalidades que habitan en el pueblo, llevándonos de viaje por
los caminos más incómodos de la condición humana, haciéndonos partícipes de sus
miserias, sus más bajos instintos, su doble moral, sus faltas, su egoísmo, su
crueldad, sus mentiras… su maldad, al fin y al cabo. El escalofriante retrato que el director hace de una sociedad
adulta excesivamente rígida y disciplinada repugna y asusta, pero no más que la
obligada observación de cómo los niños, a priori meros espectadores pasivos del
descenso a los infiernos de sus mayores,
van asimilando como esponjas todo lo que ven, oyen, e imaginan, un caldo de
cultivo que forjará su carácter y les convertirá, presumiblemente, en terribles
adultos veinte años más tarde, con la llegada del nazismo a Alemania.
Haneke entrega
una obra de impecable estética formal, adulta y profunda, con un blanco y negro
duro y perfectamente cuidado que confiere a la imagen un carácter de opresión y
angustia, y que nos transporta al cine religioso de Dreyer o Bergman, con sus
escenas exageradamente perfectas.
La dirección del
austriaco, que no ha dejado de evolucionar desde sus inicios, llega a niveles
sobresalientes en esta ocasión, recordando por meticulosidad y exactitud a los
mejores Kubrick y Tarkovski. Las
escenas abiertas son auténticos cuadros, simétricos y elegantes, en los que los
personajes entran y salen fluyendo de manera natural, los interiores, oscuros,
inquietantes, son una sinfonía de claroscuros y primeros planos, artísticos
hasta el academicismo, el recurso del plano/contraplano apenas se usa, los
travellings no pueden estar hechos con más maestría…
Haneke sostiene
la historia a base de sugerir, de no terminar nunca de mostrar, de no
categorizar nunca del todo a protagonistas y antagonistas, de jugar con la ambigüedad
obligando al espectador a no despegar los ojos de la pantalla en busca de
respuestas y explicaciones.
La fotografía,
de su habitual Christian Berger, es la mejor que he visto en un cine en mucho
tiempo. Es un blanco y negro
contrastado y pulido, asfixiante, que nos hace viajar directamente a la época y
nos mete de lleno en ese ambiente reprimido y estremecedor.
El cásting de actores
es, sin más, fantástico, son una parte más de la excelente ambientación, los
actores lo bordan en la mayoría de los casos lo que confiere a la totalidad de
la obra un nivel de realismo extremo que provoca que el espectador se enganche irremediablemente a la historia. Capítulo aparte son
los niños. Y en especial los dos
rubitos principales, que simbolizan a la perfección la inocencia y la maldad,
la doble moral ya mencionada anteriormente. Sobrecogedores.
La imagen seleccionada como cártel de la película, el rostro durísimo
del muchacho, con lágrimas corriendo por sus mejillas y la cinta blanca en su
hombro, es el mejor ejemplo posible.
Los personajes
son fieles reflejos de la época: su mentalidad, sus costumbres, sus miedos, su
manera de hablar y de actuar… la recreación, desde el vestuario hasta la
escenografía, pasando por la dirección de actores, merece un diez.
“Casi” obra
maestra (habrá que verla otra vez para afirmarlo). Haneke borda el cine de autor más serio y profundo, recuerda
a los grandes maestros sin perder ni pizca de su personalidad, sugiere más que
muestra, como los buenos, remueve conciencias, cierra bocas y consigue una de
las mejores obras de los últimos años y, sin duda para el que escribe, la mejor
película del 2009.
Da gusto poder
ir a ver una película que no simplifica, en la que tú decides quienes son los buenos y quienes los
malos, salir del cine pensando en la historia y acostarte esa noche pensando en
la historia, tener la responsabilidad de decidir tú mismo cual es el verdadero final… para el que prefiera otras
cosas seguro que nunca faltará un Cameron en las salas, con sus muñecos
voladores y sus gafitas 3D.
© D.A.S 2010
NOTAS
* Cero de actores conocidos, cero de efectos especiales, no hay banda sonora, no hay una gran campaña de promoción de la película, no hay un gran trailer… si esto no es cine independiente que venga dios y lo vea.
* El doblaje en
castellano, como siempre, formidable, y como muestra un botón: el personaje
seguramente más serio e inquietante de la película está doblado por la voz de…
Peter Griffin.
2 comentarios:
Te agradezco la crítica, tenía pensado verla esta misma tarde. Me gusta Haneke, muá.
Hey! Crítica genial! Comparto tu opinión, inquietante y cruda pero impresionante. Como no me fue posible comentar la peli he agradecido tu reflexión.
Sólo conocía al director por "la pianista", pero le seguiré la pista a partir de ahora, sin duda.
Besicos y muchos ánimos para la nueva etapa.
Tati
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