jueves, 14 de abril de 2011

RICHARD YATES



Respeto al máximo los criterios selectivos y la personalidad de la editorial Alpha Decay, conozco a algunas de las personas que la integran y sólo tengo buenas palabras, he reseñado casi todos los libros de la colección Héroes Modernos para la revista en la que colaboro y casi todos han salido (muy) bien parados, pero, finalmente, esto no será impedimento para que me lance a criticar la novela más controvertida de los últimos tiempos dentro de la literatura “underground” (entre comillas, sí).

Bien, aunque parto de la base de que todo el mundo que lea esto sabrá ya de que trata el libro, empezaré con ello.  Haley Joel Osment es un escritor newyorkino de 24 (¿) años que mantiene una relación sentimental con Dakota Fanning, de 16 (¿).  Dicha relación se basa principalmente en sus conversaciones por el chat de Gmail, mensajes SMS, llamadas telefónicas y encuentros reales.  Por este orden concreto, me aventuraría a decir.
El germen de la historia es la incapacidad de ambos para comunicarse y comprenderse, tanto con el mundo que les rodea como con y entre ellos mismos.  Son personas muy diferentes cuando teclean o hablan por teléfono respecto a cuando se relacionan de un modo directo y “real”, esto es, en persona.  Haley (yo no pongo los apellidos cada vez que nombro al personaje, el autor sí, muy transgresor) es, básicamente, un escritor con un mínimo éxito y supuesto talento que vive obsesionado por la comida orgánica, el vacío existencial, su propia infelicidad, su falta de capacidad para las relaciones sociales, su incomprensión del mundo que le rodea, sus ataques de ira nihilista con o sin sentido, sus pensamientos de autodestrucción, “su” “su” y más “su”.  Haley es un chico egoísta que sólo piensa en él, sí, un artista ególatra y amargado, de los que hay a cientos.  Buen retrato.  Punto para Tao Lin.
Dakota es una chica obesa con arrebatos bulímicos absorbida psicológicamente por la figura de su brillante “novio” y su propia ineptitud y atrapada por una situación familiar del todo asfixiante para cualquier adolescente normal, a saber: hermano chalado, madre maníaco-depresiva, padre ausente, pueblo aburrido. 
Juntos desarrollan un creciente odio hacia la humanidad en general y hacia todo lo que les rodea de un modo más cercano en concreto, concretamente ellos mismos.  Dos personas profundamente perdidas que se unen para perderse más todavía, dejándose llevar por la pereza, la desidia, el existencialismo más rancio y la metafísica más ridícula.  Metáfora relamida de la alienación de millones de adolescentes aburridos y sobresaturados de información y medios en el mundo actual, tan simple que casi da rabia, sí.
También divagan acerca de viajar a Japón como única salida posible para huir del infierno que les ha tocado vivir.  Viajar a un lugar lejano como solución a tus problemas cercanos, muy adolescente, punto para Tao Lin.
Divagan también acerca del suicidio, pero nunca llega a haber un mínimo intento serio más allá de algunos cortes leves.  Llamar la atención con la amenaza de actos extremos.  Muy adolescente también, punto para Tao Lin.  Parece que este chico conoce a la perfección todos los clichés de niñato/a repelente, insoportable y vacío/a.
Divagan sobre sus familias, ponen motes a las personas que les rodean para reducir el mundo y ordenarlo según sus parámetros, divagan, se fotografían continuamente, envían mails, roban comida y artículos para vender después en Ebay, divagan, divagan…
Y poco más.  Realmente muy poco más que contar acerca de la novela.  Los protagonistas no saben si realmente están enamorados, no saben si se quieren o no, no se entienden el uno al otro, de hecho, están a miles de kilómetros de entenderse, y esto les causa dolor, ira y frustración.  Y ya.  Hablando muy en serio, ¿de verdad esto es un amor desgarrado e imposible tal como se dice en la contraportada?   Un amor desgarrado e imposible.  Sin palabras.  Supongo que será una ironía.
No pasa nada, como se ha dicho en infinidad de lugares.  Como tampoco pasaba nada en “Azul casi transparente” o “Menos que cero”, cumbres nihilistas recientes de literatura outsider.  ¿Cuál es la diferencia entonces?  La diferencia estriba en que Murakami y Ellis tenían pulso, garra, azufre, crudeza, fuerza; atrapaban, te cogían de los huevos y no te soltaban, y no te quedaba otra que comerte la mierda que te estaban soltando y temblar y decir que sí, que tenían razón y que qué jodido estaba todo, y Tao Lin, mi querido Tao Lin, se escuda en la invención de un nuevo lenguaje, una renovación, una revolución en la forma de narrar.  Chats eternos, SMS, el ciberespacio, la edad moderna, la tecnología.  ¿Alguien se cree esto?  A mi humilde modo de ver, esto es frivolizar la literatura hasta extremos insospechados. 
Creo que el autor, de un modo descarado y cutre, terriblemente cutre, se excusa en un contenido controvertido y reconocible (generación facebook = niñatos sin ideales) para ofrecer una forma absolutamente pobre y carente de belleza e interés.  Por supuesto que existe toda una generación de jóvenes vacíos y tristes que se sienten incomprendidos y que están bajo los cantos de sirena de las nuevas tecnologías y los medios que estas ponen a su alcance para comunicarse con sus iguales, y es un buen tema sobre el que escribir, bien hasta aquí.  Pero hay algo más, si quieres contar una historia a partir de este hecho, si quieres ilustrar esta situación escribiendo un libro y llamándote escritor, debes ser capaz de dar forma a algo con sentido, con interés, algo honesto que destile verdad, y, qué demonios, que posea belleza de un modo u otro, que estamos hablando de literatura, esto es un arte señores, y el arte es belleza y misticismo, energía y sentimiento, no esto.  El arte no es ampararte bajo el hecho de que lo que estás contando es tan vacío y falto de profundidad que entonces tu historia tiene que ser contada así por imperativo moral.  Me parece demasiado fácil.  Burdo, incluso.  Profundiza más en tus protagonistas, en su circunstancia, en el mundo que tienen frente a ellos, contextualiza, abre el abanico de personajes más que a tres cameos de una madre loca, escribe con gracia maldita sea, no vendas que el hermetismo y el aura de nadería que invade tu historia son un reflejo de lo que estás contando en lugar de tu propia incapacidad para afrontar con verdadera intensidad lo que narras, porque no cuela.  Lo que creo es que esta novela la podría haber escrito su propia Dakota Fanning, una adolescente sin talento ni víscera, y a mí eso no me vale.  Aquí no hay historia, ni realismo (no lo hay más allá de cualquier evidencia terriblemente obvia, ¿o alguien dudaba de que hay millones de Haleys y Dakotas en el mundo actual?), ni arte, ni nada.  Aquí no hay nada.

Para terminar, un último apunte: la contraportada del libro es la página humorística más rematadamente divertida que he leído en mucho tiempo.  Merece la pena pasar el suplicio de leer la novela sólo por regocijarse después en la contra y en las críticas positivas que la componen.  Hilarante, lo juro.

Esta es mi opinión, respetable y criticable como todas, pero propia, nada más.

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