martes, 21 de septiembre de 2010

LIVING ON THE RIGHT SIDE




Giulietta Massina

La tristeza que se filtra por los poros de mi piel
esta madrugada es tan dura
y pesa tanto que
podría moldearla con las manos
para crear con ella una nueva tú
a tu imagen y semejanza.
Mismos ojos, mismo nombre inventado,
mismo lado de la acera al caminar
y nuevos días felices que arderán
cuando el sol y el calor vuelvan
y tu gemela de mentira
se ilumine con el brillo decadente de las miradas
de otros hombres,
las promesas de otros lugares,
la vida por delante,
y escape asustada para refugiarse
junto a ti y los millones de dobles
que cada día te invento
para engañarme a mí mismo
imaginando que no te has ido,
que sigues caminando conmigo
en el lado derecho
del mundo que un día dibujamos juntos,
devorando la vida con prisa y urgencia,
cogidos de la mano,

sin tocarnos.
            © D.A.S 2010

lunes, 20 de septiembre de 2010

BULLETS OVER BROADWAY






TÍTULO ORIGINAL   Bullets over Broadway
AÑO             1994            
DURACIÓN             99 min.               
PAÍS             USA           
DIRECTOR             Woody Allen
GUIÓN             Woody Allen & Douglas McGrath
MÚSICA             George Gershwin
FOTOGRAFÍA    Carlo Di Palma
REPARTO     John Cusack, Dianne Wiest, Chazz Palminteri, Jim Broadbent, Rob Reiner…




Deliciosa comedia de un Allen en estado de gracia (justo después de “Maridos y mujeres” y “Misterioso asesinato en Manhattan” y antes de “Poderosa Afrodita”). 
Un guión brillante que no deja de evolucionar y de girar desde prácticamente el primer minuto de metraje es el arma principal con el que Allen deslumbra y enamora, construyendo una delicada comedia de enredo y situaciones digna del mejor “viejo Hollywood”, con unos personajes absolutamente complejos que de tan perfectamente dibujados se acercan al estereotipo, una ambientación maravillosa que une de modo fantástico dos ambientes tan apasionantes y dispares como el Broadway de los años 20 y el mundo de la mafia.
La temática abarca los campos más recurrentes en la filmografía de Allen: problemas de pareja, inseguridad vital, incapacidad creativa, infidelidad… pero todo ello pasado esta vez por un filtro de agudeza, de buen humor y de vitalidad, que dejan la sonrisa en la boca de una manera más marcada que en otras de las cintas de Allen de corte melodramático (Annie Hall, Manhattan, La rosa púrpura del Cairo), gracias a que esta vez la acidez, el sarcasmo y la doble moral se cambian por la ligereza, la extravagancia y un final feliz (quizá demasiado).
En el reparto nombrar sobre todo a una Dianne West inmensa como casi siempre, bordando su papel de diva histriónica y manipuladora, y un memorable Joe Viterelli.  Palminteri está bastante bien y Cusack, protagonista y alter-ego de Woody, bastante mal.  El resto, como suele suceder en las obras de Allen, rayan a un nivel bastante alto.
En cuanto al aspecto técnico, destacar una maravillosa ambientación, con exteriores naturales en la ciudad de Nueva York, Broadway, el Upper East side… que realmente te transporta a una época que rezuma encanto.  La fotografía es excelente y el tratamiento de las luces más aún, las imágenes desprenden teatralidad.
La banda sonora es magnífica y el montaje, sin llegar a ser acelerado acompaña notablemente el frenético desarrollo de la historia.
En definitiva, una de las obras destacadas de Woody Allen, director/actor/guionista (casi nada) que, si bien, como suelen defender sus detractores, es autor de un buen puñado de obras menores (¿y cuántos hay de estos?), también lo es de otro buen puñado, seguramente más grande, de grandísimas películas y de obras maestras de la Historia del Cine (¿Y cuántos, cuántos pueden decir lo mismo?).
            © D.A.S 2009
Aquí la película:  Balas sobre Broadway


lunes, 13 de septiembre de 2010

ODESSA (CANCIÓN DE VERANO Nº 133)



"Shadows in Paradise" (Aki Kaurismäki)


Afuera llueve, pero aquí parece mucho más.

El mundo se inunda poco a poco
y yo sólo quiero
sumergirme en la profundidad abisal de mis miserias,
sentir la falta de aire en los pulmones
y que tu ausencia explote en mi pecho
ahogándome en la muerte que es tenerte lejos,
hasta quedar reducido a un tranquilo mar de sangre seca.
Esperaré lo que sea necesario,
esperaré que al fin decidas venir a quemar tu piel color canela
a la angustiosa soledad de mi playa
y purifiques con el sabor a sexo salado de tu etérea desnudez
la dulzura contaminada de estas aguas.

Afuera llueve, pero aquí parece mucho más.
Parece que nunca va a volver a salir el sol.
            © D.A.S 2010 


jueves, 9 de septiembre de 2010

THE HUSTLER





FICHA TÉCNICA
Título:  El Buscavidas
Título original: The Hustler
Dirección y producción: Robert Rossen
País: USA
Año: 1961
Duración: 134'
Reparto: Paul Newman, Jackie Gleason, Piper Laurie, George C. Scott
Guión:  Sidney Carroll y Robert Rossen (basado en la novela de Walter Tevis)
Fotografía: Eugen Schüfftan


Mi idolatrado Paul Newman es la punta de lanza de esta cinta superlativa que dibuja como pocas la figura del “hustler”  o buscavidas, el tipo soberbio y encantador pero carente de moral que se rige únicamente por el orgullo más enfermo y basa su ideal de vida en llegar a la cima, cueste lo que cueste.
La historia: Eddie (Newman), un virtuoso del billar, quiere ser el número uno, y para ello debe destronar de lo más alto a Minnesota Fats (memorable Jackie Gleason).  Para lograrlo, Eddie no duda en pasar por encima de quién sea necesario, chica incluida (Piper Laurie), anteponiendo su objetivo y su vanidad personal a todas y cada una de las cosas/personas que le rodean.
Y ya está, en el corazón de la simplicidad de esta historia de apariencia banal se transmiten varios de los clichés negativos más inherentes a la condición humana: vanidad, codicia, amoralidad, autodestrucción... el modus operandi tan en boga hoy en día del yo por encima de todos los demás, aquello de que el fin justifica los medios.  Una historia cien veces repetida y un camino mil veces recorrido por la colección de personajes que se deslizan por la película infinita que es el mundo real, desde el oficinista que quiere tener su propio despacho y para ello deja de lado a su familia y pisotea a sus compañeros, el ama de casa que quiere llevar la ropa más cara de todas sus amistades y exprime a su marido y ningunea a sus amigas, hasta el niño pequeño que pelea por ser el mejor del equipo y desprecia inconscientemente a cualquiera que ose poner en peligro su condición de líder.
En cuanto a la técnica, una dirección absolutamente fabulosa del genial Robert Rossen (que rodó aquí su penúltima película, dejando tras de sí una genial carrera que aún pudo ser mejor de nos ser por su persecución por el McCarthysmo), con giros de eje y planos arriesgadísimos que le acercan en ciertos momentos más a sus contemporáneos franceses nuevaoleros que a sus compatriotas estadounidenses, con un manejo del tiempo narrativo espectacular que provoca que las más de dos horas de metraje pasen en un abrir y cerrar de ojos.  La fotografía y la dirección artística (oscarizadas ambas, en tiempos en los que los Oscar eran premios al buen cine), son una muestra fantástica de cómo conseguir más con menos.  El B/N suavizado y la puesta en escena sobria y sombría a partes iguales son dos de las claves para lograr recrear de un modo tan fiel ambientes tan sórdidos como los lúgubres apartamentos o las salas de billar de mala muerte.
En las actuaciones, como no, mención especial para los ojos azules más famosos de las Historia del Cine.  Newman consigue aquí lo que pocos han sido capaces.  Quieres jugar contra él y quieres que te gane, quieres que te rompan los pulgares a ti en lugar de a él, quieres ser su manager y, demonios, hasta quieres ser tú quién le bese cuando la buena de Laurie se le lanza a la boca.  Stanislavski con mayúsculas, uno de los más grandes, que nos regala aquí una de las mejores interpretaciones de un perdedor/ganador que se hayan hecho jamás.
Hay que verla.
Por lo menos una vez.
Al año.
            © D.A.S 2010

lunes, 6 de septiembre de 2010

CARTA DE AMOR DE JEAN-PAUL A OLIVIA NÚMERO 47



Alice in the cities


La misma inconsciencia y tendencia a la autodestrucción que me hace ser quién soy me obliga a lanzarme a la calle a caminar bajo la lluvia y perderme en las tristezas de los ojos de la gente, intentando olvidarme de que el triste soy yo.
Camino sin dirección los callejones y las esquinas con la cabeza agachada, mirando al suelo y dejándome llevar por una flagelante inercia que termina por escupirme a la  mesa de siempre y exigirme que pida un café solo y corto.  Me siento en uno de los bancos de madera desde el que veo tu portal, y tú sabes que estoy allí y yo sé que tú estás en casa y que casi puedes verme a través de las paredes.  Escucho música mientras con los ojos te dibujo saliendo por la puerta número 21, mirando hacia ambos lados y corriendo hacia mí, abrazándome y haciendo detener la lluvia con tu sonrisa.   
Busco con los dedos las canciones más tristes del mundo en mi reproductor de música portátil, todas están allí.  Una tras otra se van sucediendo mientras el estómago se me hace pequeño y el pecho me comprime.  No puedo apartar la vista del negro 21 de tu portal.  Sé que no vas a aparecer, pero el instinto de estupidez inherente al ser humano que hace perder la razón y soñar cosas que no van a ocurrir me hace quedarme, hundirme poco a poco en el banco de madera, ir haciéndome tan pequeño que soy incapaz de sentirme.  Me automutilo los dedos masticando las uñas con avidez hasta que la visión del rojo sangre consigue hacerme sentir vivo de nuevo, porque no siento las piernas, ni las manos, por mucho que me concentre no alcanzo a oír lo latidos de mi corazón, y la gente que vuela a mi alrededor ni siquiera me mira, soy un mueble más dentro del mundo inerte de personas y humo que son las cafeterías de esta ciudad.
Los minutos pasan y sólo la obligación del horario y el trabajo me hace tomar conciencia de que mis piernas y mis manos están vivas y que debo irme. 
Me levanto con las rodillas a punto de partirse por la mitad y hacerme caer, pero lucho contra la gravedad de la ciencia y de este instante y consigo caminar temeroso hacia la puerta, como el condenado que se dirige a morir en la electricidad.  Y en el mismo instante que estoy a punto de salir a la calle, siento en lo más profundo que algo se rompe.  Mis zapatos tienen la suela desprendida, los bolsillos de mi pantalón están llenos de agujeros, mis dedos sangran, mi espalda cruje, mi cuenta bancaria está en llamas… pero yo estoy convencido de que nada de eso es lo que ha provocado en mi interior el sonido seco y crudo de algo que se rompe.  Algo grande y valioso, algo hermoso y tremendamente débil, ha hecho crack.
El camino de regreso a casa tiene el mismo ánimo que el que realizan los animales cuando marchan hacia el matadero.  Ando con la expresión ausente de aquel que no alcanza a comprender las cosas, y a cada paso lucho porque el nudo de mi estómago se desate y deje salir al fin un mínimo de bilis verde fosforito esperanza. 
Y al llegar a casa, empapado por la lluvia y las lágrimas, abro la puerta y mi compañera de piso viene corriendo hacia mí, me abraza y me pide perdón.  No comprendo nada, la miro con ojos extraños y ella, con la cara desencajada, dirige su mirada hacia una pica llena de jabón y platos a medio fregar y señala mi copa de vino favorita rota en varios pedazos sobre el parquet.
Claro –pienso-, seguramente sería eso lo que había sentido romperse.
No sé si reír o llorar, así que pienso en ti y miro por la ventana.
Sigue caminando, mañana saldrá el sol.
              © D.A.S 2010



Recomendación musical
Vanova - The Mellow tapestry
http://www.myspace.com/vanovamusic


Qué tópico suele quedar eso de decir que la música no tiene fronteras, pero que real resulta en ocasiones.  Vanova son una pareja de músicos de Sitges que fabrican folk-pop delicado y preciosista cantado en inglés, grabado en casa con media docena de instrumentos y producido con un aura amateur que dota al conjunto de un aire lo-fi cautivador.  Composiciones relajadas, mágicas, herederas de la musicalidad ermitaña de gente como Bon Iver y con ciertos elementos pop que pueden recordar a los Grizzly Bear menos arreglados o al Sufjan Stevens más tranquilote.  Un álbum heterogéneo en el que lo importante son las atmósferas y la fascinante conjunción de melodía y voz, lleno de grandes canciones, preciosas letras y una instrumentación tan simple como sugerente que conforman una obra cohesionada y profunda, un canto a la cotidianidad y la belleza, ideal para escuchar de una sentada en los necesarios momentos de desconexión.  “The Mellow tapestry”, gracias a su sencillez y su halo de autenticidad sin pretensiones, tiene todo lo necesario para convertirse en un disco de culto en la cabecera de los amantes del folk-pop acústico de raíces anglosajonas.  Y además está hecho aquí.

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