jueves, 31 de marzo de 2011

ENTREVISTA DAN FANTE



PINCHA EN LA IMAGEN O TE DISPARO



miércoles, 30 de marzo de 2011

LA INCREÍBLE HISTORIA DE MARVIN PONTIAC





Cuenta la leyenda que Marvin Pontiac fue un bluesman nacido en Detroit en 1932.  Hijo de una newyorkina judía que por lo visto estaba como una regadera y de un musulmán de apellido Touré, como los futbolistas.  En 1934, su madre entra en un sanatorio y el pequeño Marvin se va a Mali con su padre.  Allí se cría y comienza a enamorarse de la música hasta que a los 15 años regresa a los USA.  Se instala en Chicago y comienza a tocar la harmónica en la calle.  Es en esta época cuando, más leyenda todavía, nuestro hombre se pelea con el mítico harmonicista Little Walter, que por lo visto le da un repaso serio, tanto que Marvin, humillado, decide cambiar de ciudad y mudarse a Lubbock, Texas.
Poco después participó en el exitoso atraco a un banco, y, por fin, con 20 añitos, consiguió su primer éxito con el tema “I´m a doggy”, que, cosas de la vida, también fue un rompepistas en el siempre apasionante mercado musical nigeriano.  Y la historia sigue, se muda a Louisiana y allí continúa tocando en porches, clubes desvencijados, esquinas y demás escenarios de primer nivel, hasta que en 1970 dice ser abducido por marcianos y unas semanas después es detenido por circular repetidamente en pelotas montado en bicicleta.  Lo encierran en una madhouse, pero Marvin era muy hábil y se escapó, consiguiendo regresar a Detroit.  En 1977 lo arrolló un ómnibus y murió al instante.



La única grabación conocida de este genio, cambió la vida musical de, al loro, gente como Iggy Pop, David Bowie, Beck, Tom Waits, Michael Stipe… dicho por ellos mismos en varias entrevistas, me da pereza enlazarlas todas, pero he checkeado las de Waits e Iggy.
Dicha grabación es “The Legendary Marvin Pontiac Greatest Hits”. 
El disco es una obra maestra de cabo a rabo, una de las cosas más rematadamente complejas, bien producidas y mejor tocadas que uno puede encontrar.  Una locura de álbum que mezcla blues pantanoso, funky bizarro, spoken word, acid jazz, ritmos afro… una joya vamos.
Por sonar suena a yo que sé, ¿a que sabe en realidad un huevo frito?  Suena a Tom Waits, a Fela Kuti, a una tribu de africanos tocando el saxo como si fueran Coltrane mientras canta Howlin' Wolf puesto de ácido, a blues del Delta…
Las letras de las canciones son perlitas como “Soy un perrito, apesto cuando me mojo nena, soy un perrito, apesto cuando me mojo”  (“I´m a doggy”).
Sintetizando, el disco es una experiencia hipnótica y profunda, algo para escuchar de cabo a rabo dentro con toda su densidad.  A mí me suele resultar lisérgico en cierto modo, uno de estos discos que te los tragas de principio a fin y terminas pensando en dios sabe qué o viajando a quién sabe donde.  El tempo de todos los temas, bastante similar, se te mete dentro y te maneja a su aire, el corazón te palpita siguiendo la línea rítmica, mueves la cabeza como un idiota y sonríes.  Se me llena la boca...
Y aquí llega lo bueno: los músicos de estudio del álbum no son gente de la época, sino que son músicos míticos e ilustrísimos de la escena avant-garde del jazz y el blues de finales de los 70 y principios de los 80.  Lumbreras como Marc Ribot, John Medeski y Jamie Scott, entre muchos muchos otros.  Y el productor no es otro que… John Lurie, que estás en las alturas.



Obviamente el tipo que toca la guitarra, alguna vez el saxo y, sobre todo, canta en todas las canciones del álbum, el supuesto Marvin Pontiac es, en realidad, John Lurie, el bienllamado “hombre del renacimiento del siglo XX” por la escena artística de los USA y que termina resultando tan jodidamente cool que hasta casi da rabia.  Actor en “Stranger than paradise” o “Down by law”, músico tanto en solitario como con “The Lounge Lizards” (increíble banda de off-jazz y vanguardia) y compositor de bandas sonoras, pintor de los que venden caro e incluso presentador de TV en el alucinante programa “Fishing with John”, en el que el tipo pasaba a buscar en coche a algún colega a la puerta de su casa y viajaban al Caribe, a Australia o Islandia para pescar.  Sí, pescar, y hablar un poco de todo mientras navegaban en el bote y esperaban que picasen las truchas.  Por este programa pasó gente como Jarmusch, Tom Waits o Dennis Hopper, y merecería todo un post aparte.

La cosa es que el listo de Lurie se subió al carro de rescatar viejos bluseros olvidados y se pasó de vueltas, tanto que se inventó uno nuevo para dar rienda suelta a sus delirios.  Este hombre es un genio, os lo juro.
Al modo de Bowie y su Ziggy Stardust, Marvin Pontiac es el alter-ego chalado (más aún) de Lurie, y como regalo un disco inimitable, imprescindible, y maravilloso.  Oh! Sí, maravilloso.

Y aquí el disco:  The Legendary Marvin Pontiac



lunes, 28 de marzo de 2011

LOS PROVERBIOS DEL INFIERNO




En tiempos de siembra aprende, en tiempos de cosecha enseña y en el invierno goza.

Conduce tu carro y tu arado sobre los huesos de los muertos.

La senda del exceso lleva al palacio de la sabiduría.

La prudencia es una fea y rica solterona cortejada por la incapacidad.

Quien desea y no actúa engendra la plaga.

El gusano perdona al arado que lo corta.

Sumergid en el río a quien ama el agua.

El necio no ve el mismo árbol que ve el sabio.

Aquel cuyo rostro no irradia luz nunca será estrella.

La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo.

A la atareada abeja no le queda tiempo para la pena.

Las horas de la locura las mide el reloj, pero ningún reloj puede medir las horas de la sabiduría.

Ningún alimento sano se atrapa con red ni trampa.

En años de escasez, usa número, peso y medida.

No hay pájaro que vuele demasiado alto si lo hace con sus propias alas.

Un cuerpo muerto no venga injurias.

El acto más sublime consiste en poner a otro delante de ti.

Si el necio persistiera en sus necedades llegaría a sabio.

La necedad es el atuendo de la bellaquería, la vergüenza es el atuendo del orgullo.

Las prisiones se construyen con piedras de Ley; los burdeles con ladrillos de religión.

La altivez del pavo real es la gloria de Dios.

La lujuria del chivo es la liberalidad de Dios.

La ira del león es la sabiduría de Dios.

La desnudez de la mujer es obra de Dios.

El exceso de pena ríe; el exceso de dicha llora.

El rugir de los leones, el aullido de los lobos, el oleaje furioso del mar huracanado y la espada destructora, son porciones de la eternidad demasiado grandes para que las aprecie el ojo humano.

El zorro condena a la trampa, no a sí mismo.

El júbilo impregna; las penas engendran.

Dejad que el hombre vista la melena del león y la mujer el vellón de la oveja.

El ave un nido, la araña una tela, el hombre la amistad.

El egoísta y sonriente necio y el necio que frunce malhumorado el ceño han de considerarse sabios, y podrían ser medidos con la misma vara.

Lo que hoy está probado, en su momento era sólo algo imaginado.

La rata, el ratón, el zorro y el conejo vigilan las raíces; el león, el tigre, el caballo y el elefante vigilan los frutos.

La cisterna contiene; el manantial rebosa.

Un pensamiento llena la inmensidad.

Si estás siempre listo a expresar tu opinión, el vil te evitará.

Todo lo que es creíble, es una imagen de la verdad.

Nunca el águila malgastó tanto su tiempo como cuando se propuso aprender del cuervo.

El zorro se provee a si mismo; pero Dios provee al león. 

Piensa por la mañana, actúa a mediodía, come al anochecer y duerme por la noche.

Quien ha sufrido tus imposiciones, te conoce.

Así como el arado sigue a las palabras, Dios recompensa las plegarias.

Los tigres de la ira son más razonables que los caballos de la instrucción.

Del agua estancada espera veneno.

Nunca sabrás lo que es suficiente a menos que sepas lo que es más que suficiente.

¡Escucha los reproches de los tontos! ¡Forman un título real!
Los ojos del fuego, las narices del aire, la boca del agua las barbas de la tierra.

El débil en coraje es fuerte en astucia.

El manzano nunca pregunta al haya cómo ha de crecer, tal como el león no  interroga al caballo sobre cómo atrapar la presa.

Quien recibe agradecido da copiosas cosechas.

Si otros no hubiesen sido tontos, lo seríamos nosotros.

El alma rebosante de dulce deleite jamás será profanada.

Cuando ves un águila, ves una porción de Genio: ¡Alza la cabeza!

Tal como la oruga elige las hojas mejores para depositar en ellas sus huevos,
el sacerdote lanza sus imprecaciones  para los más  dulces goces.

Crear una florecilla es labor de siglos.

La condena estimula, la bendición relaja.

El mejor vino es el más añejo; la mejor agua, la más nueva.

¡Las plegarias no aran! ¡Los elogios no cosechan!

Las alegrías no ríen. Las tristezas no lloran.

La cabeza lo Sublime; el corazón, lo patético; los genitales, la Belleza; manos y pies la Proporción.

Como el aire al pájaro o el agua al pez, así es el desprecio para el despreciable.

El cuervo quisiera que todo fuese negro; el búho, que todo fuese blanco.

La exuberancia es belleza.

Si el león recibiese consejos del zorro, sería astuto.

El perfeccionamiento traza caminos rectos; pero los torcidos y sin perfeccionar son los caminos del Genio.

Mejor matar a un niño en su cuna que alimentar deseos que no se llevan a la práctica.

Donde no está el hombre, la naturaleza es estéril.

La verdad nunca puede decirse de modo que sea comprendida sin ser creída.

¡Suficiente! o demasiado.

miércoles, 23 de marzo de 2011

SOBRE LA FELICIDAD A ULTRANZA



En un tiempo y en un mundo en el que la prisa, la información masiva, el on-line eterno, y, en definitiva, la pérdida casi total de la propia identidad no nos dejan tiempo siquiera para plantearnos cosas tan elementales como si realmente estamos viviendo nuestra vida como  desearíamos hacerlo, en un mundo así, retomo, obras como esta suponen un auténtico regalo para cualquier persona que tenga en suerte leerla.
Como una verdadera guía para la supervivencia, el autor repasa una época de su vida bastante penosa en la que temas tan susceptibles a la frivolidad como la muerte, las relaciones familiares, el amor y el sexo, o, finalmente, la felicidad, se tratan bajo un prisma de honestidad vital a caballo entre la ironía más ácida y el humanismo más sincero, entre la desesperación más cercana y la comicidad más tierna.

Ensayo, filosofía, metafísica, novela… absolutamente indefinible, este libro es el testamento humano y revelador de un hombre que aprendió los secretos para vivir la vida, y que tuvo a bien compartirlos con el mundo.

Una de esas obras maestras que te tocan dentro, prometido.


 "Si el Woody Allen más optimista hubiera sido italiano,
habría escrito novelas como esta"
Il Corriere della Sera




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