Narrativa breve, artículos de actualidad, críticas de cine, música y literatura, reflexiones, poesía, pensamientos, opiniones.
Divagaciones de una mente crítica en un mundo en crisis.
*La imagen que ilustra el texto es de Iker Serrano, fotógrafo y gambitero zaragozano. Su Flickr es visita obligatoria si os gusta la fotografía: http://www.flickr.com/photos/iker_serrano
Jessica y Andy vienen de Brooklyn, hacen
blues-rock y lo que más se ha dicho de ellos es que recuerdan a los White
Stripes. Cualquier dúo actual
chico/chica y guitarra/batería que nazca en esta época va a ser comparado a la
pareja más arty de los últimos tiempos, es un estigma imposible de evitar. No obstante, las diferencias son
evidentes, Shekeepsbees se inclinan definitivamente más hacia el blues que al
garage y prefieren los ritmos pausados e hipnóticos antes que el ruidismo
instrumental y la estructura de sus temas antepone los
medios tiempos y la cadencia armónica a la inmediatez y la urgencia. Guitarra y batería aparecen como un
simple acompañamiento melódico que arropa a la perfección y con la intensidad
justa la preciosa y sugerente voz de Jessica, dando a los temas un punto oscuro
y lleno de estilo que inunda todas las canciones del disco de una actitud rock
minimalista y descarnada sumamente atractiva.
Las piezas en la que la voz aparece más
desnuda y cruda (“You can tell”, “Strike”) recuerdan a la musicalidad del “Dear
sir” de Cat Power, y los cortes más guerreros y de armonías blues sucias y
desgarradas traen a la cabeza sin remedio un poco a Patti Smith y un mucho a la
primera PJ Harvey.
Comparaciones como estas son suficientes
como para que Shekeepsbees merezcan más de una escucha. Discazo.
Paul durmió cómo
un niño y termino despertándose
cerca del mediodía, sobresaltado por el agudo sonido del teléfono.
- ¿Diga?
- Paul, soy
Raymond. Estoy en la comisaría con
un tipo que se llama Elliot, es amigo de tu hermano. Dice que sólo tienes que venir aquí con la chequera lista
para pagar la fianza y me dejarán libre.
Creo que me han citado a uno de esos juicios rápidos para dentro de dos
o tres días. – hablaba Ray
aceleradamente, contento.
- Está bien Ray,
acabo de levantarme, dame media hora ¿de acuerdo?
Paul preparó
café y se aseó y vistió en cuestión de minutos. Bajó al garaje, cogió su motocicleta, una Harley-Davidson de
600cc y color negro mate, y se dirigió a toda velocidad a la comisaría de
Permington.
Paul entró
saludando amablemente al vigilante de la puerta, pasó por el escáner, y se
enfiló hacia el ala derecha del edificio, donde según le comentaron el día
anterior se trataban las salidas de los presos y las fianzas.
Nada más llegar
al pasillo donde varios hombres esperaban sentados frente a la puerta de dos
despachos, uno de ellos, el más elegante, se levantó y se dirigió hacia Paul.
- Hola, ¿Paul
Auschner? - preguntó cortésmente.
- Sí, soy yo,
¿tú debes de ser Elliot no?
- Exacto. Siéntate, te contaré como ha ido. Tienen a Raymond esperando en la sala
común, sólo falta tramitar los papeles de la fianza. – dijo Elliot mientras le invitaba a tomar asiento con un
movimiento de mano.
- Dentro de tres
días tendremos un juicio rápido: conducta violenta, alteración del orden,
atentado contra la salud y el mobiliario público, delito involuntario de
lesiones a terceros… la verdad es que Raymond tiene encima un buen puñado de
cargos. Tendrá que pagar una
indemnización importante a esa mujer, es muy posible que tengan que operarla de
la cadera. No irá a la cárcel,
pero tendrá que hacer servicios sociales durante por lo menos seis meses y
comprometerse a visitar a un psiquiatra para que el equipo médico de la policía
le haga un seguimiento.
Paul suspiró
angustiadamente, dio las gracias encarecidamente a Elliot antes de que este se
marchara y pagó la fianza. Unos
minutos después Raymond estaba libre y los dos salían por fin de allí.
Ambos hombres
abandonaron la comisaría sin apenas cruzar palabra, Raymond estaba arrepentido
y sentía una lógica sensación de vergüenza, y Paul se sentía decepcionado por
la actitud de su amigo y abatido por las consecuencias que había traído
consigo.
Montaron en la
Harley de Paul y, antes de arrancar, este se dirigió a Raymond:
- ¿Te gustaría
que fuéramos a comer al “Vesubio”?
Hoy no voy a ir a la editorial, y al fin y al cabo estás fuera,
deberíamos celebrarlo.
- Eso sería
genial. – contestó Raymond con la
sonrisa de un niño.
Fueron a la zona
centro de la ciudad, aparcaron la moto en Marvin square y fueron caminando
hasta el restaurante, situado cerca de la Avenida Graçe, la calle de las
boutiques.
Nada más
sentarse a la mesa, Raymond cruzó sus manos y miró fijamente a Paul.
- Gracias Paul,
quiero que sepas que agradezco de verás que siempre estés ahí. Siento haberte fallado. – dijo Raymond con tono alicaído,
profundamente arrepentido.
- Estás en un
momento difícil, lo sé, pero debes ser consciente de que eso no debe dejar que
pierdas el control de tu vida.
Podías haber matado a alguien Raymond. Vas a ir un juicio maldita sea, sólo hemos visto juicios en
las películas. – contestó Paul
realmente preocupado.
- Lo sé Paul, lo
sé. Lo siento mucho. No volveré a perder el control. – dijo Raymond esforzándose por parecer
convincente.
- Confío en ti
Ray, sé que no lo harás. –
contestó Paul dando por finalizada la conversación.
Los dos amigos
comieron linguine trufados y bebieron abundante vino, tomaron café y deambularon
por el centro de la ciudad.
Machine era una ciudad preciosa en invierno. El cielo lucía permanentemente un majestuoso color blanco,
el clima era seco y duro, pero casi nunca hacía viento ni llovía, con lo que el
frío era soportable y permitía incluso pasear por la zona alta de la ciudad,
cerca de las montañas, o acercarse al lado del mar. Las calles se llenaban de personas con gorros, guantes y
bufandas, de manos en los bolsillos y alientos vaporizados, el romanticismo que
envuelve al invierno y del que el verano y la primavera carecen.
Bajaron la Matic
coast, la calle turística por excelencia de la ciudad, una especie de boulevard
flanqueado por farolas y repleto a ambos lados de restaurantes, bares y
comercios, y llegaron hasta la zona del puerto. Se sentaron en un banco y observaron el mar en silencio,
ligeramente borrachos, cada uno de ellos sumido en sus pensamientos, sin sentir la más
mínima necesidad de hablar.
Raymond pensaba en Rita y en qué demonios sería lo que podía esconderse
detrás de todo aquello, Paul sentía una profunda y verdadera responsabilidad
para con su amigo, y reflexionaba acerca de la posibilidad de volver a
escribir,
Al cabo de casi
una hora, se miraron, sonriendo ampliamente, como si cada uno por su cuenta
hubiera hecho una necesaria purga interior que le hubiera limpiado la mente y
supiese que el otro también había experimentado lo mismo. Tomaron el camino izquierdo después de
la plaza Sweiss y subieron por el antiguo barrio gótico, donde las calles eran
tan estrechas que los vecinos podían darse la mano desde la ventana. Caminaron por aquellas comprimidas
callejuelas capaces de transportar a quien las transita cientos de años hacia
atrás hasta llegar, de manera casi intuitiva, a los cines “Buñuel”, lugar que
frecuentaban desde que eran unos muchachos y que hacia tiempo no
visitaban. Sin necesidad de
hablar, sobreentendiendo ambos que al otro también le apetecía entrar a ver una
película, se pararon frente a la cartelera.
- Están
reponiendo “Testigo de cargo”. No
me importaría verla. – dijo
Raymond.
- Es una buena
opción. ¿Te has fijado? También ponen “Stranger than paradise”, ¿recuerdas
cuando la vimos en el cine? Fuimos
con Angelina y María y las dos se quedaron dormidas. – dijo Paul entre carcajadas.
- ¿Cómo iba a
olvidarlo? Aquella Angelina tenía
el culo más grande que he visto nunca, no sé como te dejaste engañar. – contestó Raymond riendo más fuerte
todavía.
Tras pasar un
rato discutiendo acerca de qué película ver, Raymond sacó una moneda y la lanzó
al aire.
- Yo gano. Veremos “Stranger than paradise”. – dijo Paul.
Cuando salieron
del cine ya era noche cerrada y hacia frío. Caminaron de nuevo hasta Marvin square, montaron en la moto
y volvieron a casa.
Tomaron un par
de cervezas en el apartamento de Paul y hablaron de los viejos tiempos mientras
escuchaban los discos de bop de la colección de
Paul hasta bien sobrepasada la medianoche.
- Paul, espero
que no te moleste. ¿Te importaría
que durmiese aquí?
- Claro que no
amigo. Te despertaré cuando vaya a
trabajar, tienes que visitar a esa psiquiatra, ¿recuerdas?
- Sí, sí, lo
recuerdo bien. ¿Qué coño se han
creído esa pandilla de idiotas?
¿Qué estoy loco? - dijo
Raymond tomándoselo a broma.
Paul apagó las
luces y entró a su habitación, dejando a Raymond tumbado en el sofá, tapado por
la misma manta que llevaba utilizando desde hacía ya cuatro días.
- Hasta mañana
amigo, procura descansar.
- Gracias
Paul. Buenas noches.
La mañana
siguiente Raymond ya había preparado el desayuno cuando Paul se levantó de la
cama. Bebieron café, comieron
tostadas y comentaron lo que oían de fondo en la primera edición de las
noticias. Bombardeos en oriente
medio, crisis económica en Europa, elecciones fraudulentas en los USA, un
cantante muerto, un equipo de fútbol que había ganado y otro que había perdido…
si se colocase todos los días la misma grabación a la hora de las noticias
nadie notaría la diferencia, la gente estaba ya demasiado acostumbrada a la
desinformación, la pérdida de valor de la vida, los datos que hablaban de
muertos y más muertos, las reseñas sin sentido acerca de la vida privada de los
famosos. El planeta se iba a
pique, el mundo entero lo sabía y nadie hacía nada por evitarlo, pero todo
seguía girando.
Terminaron de
desayunar, se asearon y tomaron el ascensor. Raymond se bajó en la planta calle, dedicándole un cariñoso
adiós a Paul, que continuó hundiéndose hasta llegar al subsuelo para sacar la
moto del garaje.
Al salir del
edificio Raymond se dirigió a Pinto para coger el metro que le llevaría a la
consulta de la doctora Bracco, en Teeside, mientras que Paul fue en moto a su
trabajo, en la parte alta de Rivernord, la zona noble de la ciudad.
Raymond nunca
había estado en el psiquiatra, pero había visto mucho cine y, en cierto modo,
sabía que esperar, conocía el aspecto que ellos y sus consultas acostumbraban a
tener.
Entró en el
magnífico edificio donde se encontraba el gabinete de la doctora y, amablemente
indicado por un portero mayor simpático y atento, subió las escaleras hasta
llegar al cuarto piso, donde se encontraba la consulta.
La de la doctora
Bracco podría ser considerada como el estándar perfecto para una consulta
psiquiátrica de gama media-alta.
Un recibidor luminoso y lleno de plantas exóticas conducía a una pequeña
sala con varios sillones de color negro, donde una moderna lámpara que colgaba
del techo iluminaba espléndidamente el suelo de madera noble que relucía de
puro limpio, y cuyos brillos se reflejaban en la mesa de cristal situada en el
centro de la habitación donde descansaban el periódico del día, el Cahiers du
Cinema edición internacional, la revista Time, el Sports Illustrated…
A los pocos
segundos de llamar al timbre, Raymond se encontró frente a frente con la
doctora Bracco, una preciosa mujer de treinta y pocos años, con un pelo castaño
liso y sedoso peinado estilosamente, con una largura que le hacía caer el
flequillo hasta la barbilla por delante, pero no alcanzaba a taparle la nuca por
detrás, unos grandes ojos marrones claros y penetrantes, y una figura
extremadamente delgada que le daba un aire de gracilidad y delicadeza lleno de
elegancia. Raymond se quedó frente
a ella sin hablar, y la doctora le miró con condescendencia consciente del
efecto que acostumbraba a causar en los hombres. No era extremadamente bella, no tenía un cuerpo de modelo ni
una cara de ángel, pero irradiaba feminidad y magnetismo. En pocas palabras, la doctora Bracco
era la típica mujer por la que uno estaría dispuesto a perder la cabeza.
Raymond entró a
la sala todavía nervioso por la primera sensación que había tenido al ver a la
doctora, se sentó en un gran sillón negro, y ella se recostó en un silla de
oficina muy moderna justo enfrente de él, quedando separados por una enorme
mesa de madera.
- Bien señor Carter, soy la doctora
Gabriela Bracco, psiquiatra y criminalista. Ahora que nos conocemos, ¿por dónde quiere empezar?
Recomendación literaria: El cuervo - Edgar Allan Poe
Audio del famoso poema "El cuervo" de Poe. Es un poema narrativo muy oscuro y gótico, en la línea de las primeras cosas que hacía Poe.
Está muy bien leído, con una voz grave y sobria que le va genial al texto. Merece la pena dedicarle los 10 minutos que dura, cerrar los ojos y escuchar dejándote llevar.
Mas el cuervo, fijo, inmóvil, en la grave efigie aquella, sólo dijo esa palabra, cual si su alma fuese en ella vinculada -ni una pluma sacudía, ni un acento se le oía pronunciar... Dije entonces al momento: «Ya otros antes se han marchado, y la aurora al despuntar, él también se irá volando cual mis sueños han volado»
Recomendación musical: The Magnetic Fields - Realism
Una semanita antes de que salga oficialmente a la venta... aquí está el enlace del último disco del que seguramente es mi grupo favorito.
Stephin Merrit deja de lado las distorsiones y los sintetizadores de su anterior álbum ("Distortion", 2008), y vuelve aquí a lo que más le gusta, el folk-pop de estribillos, canciones experimentales y bizarras dónde priman la melodía y los múltiples arreglos e instrumentos (mandolinas, ukeleles, banjos, organillos, panderetas...). Realism supone una pequeña vuelta a los orígenes: la voz de Susan Anway vuelve a ser protagonista, aunque no tan marcadamente como en "The Wayward Bus" y "Distant Plastic Trees" (1992), y la capacidad del genio newyorkino para componer piezas de gran calado emocional a base de una literatura ácida, romántica y original brilla con más fuerza que nunca.
El álbum en sí una colección de hits, de principio a fin, canciones redondas, impresionantes, con ciertos tonos épicos en la instrumentación y los arreglos vocales, pop delicado y original, lejos de todo convencionalismo, puro sonido Magnetic Fields.
Por destacar alguno: "You must be out of your mind", tema que abre el disco y que es un auténtico himno, guitarra ensoñadora y la voz de Merrit más emocionante que nunca; "Always already gone", recuerda y seguramente mejora a las canciones lentas de sus inicios cantadas por Susan Anway; "Seduced and abandoned" es Merrit en estado puro, sin más, y la bizarra "The dada polka", es una joya pegadiza, divertida y preciosa.
En definitiva, toda una experiencia, una maravilla de disco que demuestra el por qué Stephin Merrit está considerado como uno de los mayores talentos compositivos de la música contemporánea y su grupo, The Magnetic Fields, está en lo más alto del imaginario de culto indie más elitista.
Desde la primera imagen estática con la voz en off introductoria, Haneke asusta,
impresiona. Una puesta en escena
deliberadamente sobria y hermética nos prepara para lo que se nos va a contar: un relato terriblemente triste, un
drama psicológico que tiene como tema principal la búsqueda del germen de la
maldad en el ser humano, nada menos.
Haneke, acostumbrado a transgredir y provocar, se pone esta vez más
serio que nunca y da de lleno dónde más duele.
La historia
disecciona con un ritmo intencionadamente lento y claustrofóbico los extraños
sucesos acaecidos poco antes de la I Guerra Mundial en un pueblo del norte de
Alemania cuyos habitantes están sometidos por dos frentes: por un lado una
familia de título nobiliario que controla la vida social y por otro una moral ultra-religiosa y
coaccionadora promulgada por el pastor de la región.
Haneke va
desarrollando la trama inductivamente hasta conseguir hacernos tener una visión
global de todas las personalidades que habitan en el pueblo, llevándonos de viaje por
los caminos más incómodos de la condición humana, haciéndonos partícipes de sus
miserias, sus más bajos instintos, su doble moral, sus faltas, su egoísmo, su
crueldad, sus mentiras… su maldad, al fin y al cabo. El escalofriante retrato que el director hace de una sociedad
adulta excesivamente rígida y disciplinada repugna y asusta, pero no más que la
obligada observación de cómo los niños, a priori meros espectadores pasivos del
descenso a los infiernos de sus mayores,
van asimilando como esponjas todo lo que ven, oyen, e imaginan, un caldo de
cultivo que forjará su carácter y les convertirá, presumiblemente, en terribles
adultos veinte años más tarde, con la llegada del nazismo a Alemania.
Haneke entrega
una obra de impecable estética formal, adulta y profunda, con un blanco y negro
duro y perfectamente cuidado que confiere a la imagen un carácter de opresión y
angustia, y que nos transporta al cine religioso de Dreyer o Bergman, con sus
escenas exageradamente perfectas.
La dirección del
austriaco, que no ha dejado de evolucionar desde sus inicios, llega a niveles
sobresalientes en esta ocasión, recordando por meticulosidad y exactitud a los
mejores Kubrick y Tarkovski. Las
escenas abiertas son auténticos cuadros, simétricos y elegantes, en los que los
personajes entran y salen fluyendo de manera natural, los interiores, oscuros,
inquietantes, son una sinfonía de claroscuros y primeros planos, artísticos
hasta el academicismo, el recurso del plano/contraplano apenas se usa, los
travellings no pueden estar hechos con más maestría…
Haneke sostiene
la historia a base de sugerir, de no terminar nunca de mostrar, de no
categorizar nunca del todo a protagonistas y antagonistas, de jugar con la ambigüedad
obligando al espectador a no despegar los ojos de la pantalla en busca de
respuestas y explicaciones.
La fotografía,
de su habitual Christian Berger, es la mejor que he visto en un cine en mucho
tiempo. Es un blanco y negro
contrastado y pulido, asfixiante, que nos hace viajar directamente a la época y
nos mete de lleno en ese ambiente reprimido y estremecedor.
El cásting de actores
es, sin más, fantástico, son una parte más de la excelente ambientación, los
actores lo bordan en la mayoría de los casos lo que confiere a la totalidad de
la obra un nivel de realismo extremo que provoca que el espectador se enganche irremediablemente a la historia. Capítulo aparte son
los niños. Y en especial los dos
rubitos principales, que simbolizan a la perfección la inocencia y la maldad,
la doble moral ya mencionada anteriormente. Sobrecogedores.
La imagen seleccionada como cártel de la película, el rostro durísimo
del muchacho, con lágrimas corriendo por sus mejillas y la cinta blanca en su
hombro, es el mejor ejemplo posible.
Los personajes
son fieles reflejos de la época: su mentalidad, sus costumbres, sus miedos, su
manera de hablar y de actuar… la recreación, desde el vestuario hasta la
escenografía, pasando por la dirección de actores, merece un diez.
“Casi” obra
maestra (habrá que verla otra vez para afirmarlo). Haneke borda el cine de autor más serio y profundo, recuerda
a los grandes maestros sin perder ni pizca de su personalidad, sugiere más que
muestra, como los buenos, remueve conciencias, cierra bocas y consigue una de
las mejores obras de los últimos años y, sin duda para el que escribe, la mejor
película del 2009.
Da gusto poder
ir a ver una película que no simplifica, en la que tú decides quienes son los buenos y quienes los
malos, salir del cine pensando en la historia y acostarte esa noche pensando en
la historia, tener la responsabilidad de decidir tú mismo cual es el verdadero final… para el que prefiera otras
cosas seguro que nunca faltará un Cameron en las salas, con sus muñecos
voladores y sus gafitas 3D.
* Cero de
actores conocidos, cero de efectos especiales, no hay banda sonora, no hay
una gran campaña de promoción de la película, no hay un gran trailer… si esto no es cine independiente que venga dios y lo vea.
* El doblaje en
castellano, como siempre, formidable, y como muestra un botón: el personaje
seguramente más serio e inquietante de la película está doblado por la voz de…
Peter Griffin.
Originalísima e inclasificable
película del siempre excéntrico Park Chan-wook (Old Boy, Simpathy for Lady Vengeance,
Simpathy for Mr. Vengeance).
Una joven criada por su abuela, una
enferma mental que creía ser un ratón, crece con una idea grabada a fuego en su
cabeza: soy un cyborg. Cuando llega a la edad adulta y tras un intento de suicidio poco corriente, su madre decide internarla en un sanatorio mental.
Allí, en un entorno surreal lleno
de increíbles personajes a cual más extravagante, la joven va consumiéndose
lentamente debido a su negativa por ingerir alimentos, ya que cree que si lo
hace su sistema cibernético se estropeará.
Atormentada por el recuerdo de su
difunta abuela, y obsesionada con descubrir su función en la vida, traba
amistad con un chico inadaptado, esquizofrénico y antisocial, que es capaz de
robar los sentimientos y virtudes de las personas y que intentará por todos los
medios convencerla de que si no come morirá.
Divertida, romántica, irritante,
loca, colorida, fantástica, hilarante … y buena, muy buena. Cada vez me resulta más llamativa la
extrema sensibilidad estética de los asiáticos a la hora de hacer cine. La película tiene un tratamiento del
color absolutamente extraordinario, una paleta infinita constantemente asociada
a las circunstancias, los cambios de humor de los protagonistas, sus
sentimientos… Cada textura, cada
pliegue, cada mínimo toque de luz sobre un rostro o un objeto, cada pequeño
detalle parece formar parte de un concepto estilístico global que provoca que,
durante todo el metraje, la imagen de la película posea una fuerza colosal, que
impacte, que toque la fibra cuando tiene que hacerlo y que haga reír en el
momento justo. Todo el atrezzo
(máscaras, maletas, gorros, objetos…) está lleno de vida y de sentido, y ayuda
a caracterizar a los personajes y, sobre todo, al tono de la historia en sí
misma.
El sonido también está muy cuidado,
los efectos, muy trabajados, están presentes a lo largo de todo el desarrollo
del film.
Este concepto lírico del cine tan
auténticamente propio (asiático) da la sensación de que estén haciendo
constantemente poesía visual, aunque te estén vendiendo una historia ligera y
enferma como esta. Los personajes
bailan en la pantalla, los escenarios fluyen continuamente como en un sueño en
un amalgama de luces y colores y los sonidos contribuyen a crear una atmósfera
de ensoñación y abstracción mental que te deja con una sonrisa en la boca.
Los efectos especiales son
geniales, dentro de lo surreal de la historia, no son demasiado abundantes ni
excesivamente llamativos.
Los actores, histriónicos y
convincentes, están fantásticos.
La química entre los dos protagonistas contribuye profundamente a que
casi termines por creerte todo lo que pasa en ese mundo de locos (nunca mejor
dicho).
La historia en sí es maravillosa y
tiene de todo, aunque casi podríamos decir que narrativamente es más como una
fábula o un cuento. Hay una
historia de amor, absurda, ilógica y preciosa entre los protagonistas;
tensiones familiares basadas en la tolerancia, la dependencia o la decepción;
parábolas médicas que hablan de la relación psiquiatra-paciente; la galería de
personajes es divertidísima; el final es magnífico…
En definitiva, un drama/comedia
surrealista con el punto justo de romanticismo, una historia atractiva y divertida
y, sobre todo, una delicia visual.
En mi opinión, una muy buena
película, con una virtud que en esto del cine es cada vez más difícil de
encontrar y que cuando se da con ella, es una alegría, y esta virtud no es más
que el hecho de que al terminar la cinta la sensación que te quede es que, más
allá de que la película que acabas de ver sea buena o mala, es única y original.
" - Andá a saber si en el fondo no hay que
llorar de amor hasta cuatro o cinco palanganas. O que te las lloren, como te las están llorando a ti. - dijo Oliveira.
Talita le dio la espalda
y se fue hacia la puerta. Se detuvo a esperarlo, desconcertada y al mismo tiempo necesitando esperarlo
porque alejarse de él en ese momento era dejarlo caer al pozo (con cucarachas,
con trapos de colores). "
Rayuela - Cortázar
Recomendación musical:
Godspeed You! Black Emperor
Godspeed You! Black Emperor son una banda instrumental que trasciende la simple etiqueta de progresivo o post-rock y se rebelan como un grupo épico, apocalíptico y definitivo. "El grupo", con mayúsculas, para mi gusto dentro de su estilo. De lo más emocionante que escucharás en tu vida. Música para oír tumbado en la cama, en el tren con los ojos cerrados, en tu casa mirando por la ventana... Canciones que rondan los 20 minutos, en ocasiones con introducciones de conversaciones de políticos, telediarios... lo que le da un trasfondo político y crítico a su propuesta (varios de sus miembros son anarquistas reconocidos)
No es sólo progresivo, tienen influencias que van desde el punk hasta, sobre todo, la música avant-garde o la clásica.
Se disolvieron hace ya unos cuantos años, sin dar apenas entrevistas, pasando totalmente de la industria discográfica y dejando tras de sí un puñado de discos para la Historia.
Es música diferente, compleja y experimental, en otra dimensión muy distinta a la concepción natural de música como hedonismo o mero disfrute. Merece darle una oportunidad y decidir si te gusta o no.
Aquí van sus tres discos más importantes y un directazo en Nantes:
http://www.megaupload.com/?d=8kdx0prq
Lift your skinny fists like antennas to heaven
http://www.megaupload.com/?d=1ATO9EA6
F# A# Infinity
http://www.mediafire.com/?jnd3iawknwh
Yanqui U.X.O.
http://www.megaupload.com/?d=60VLPL1S Live at l'olympic (Nantes)
Jean Seberg, la mujer más guapa del mundo, se suicidó en 1979, el día que iba a cumplir 41 años
Vives como todas, esperando una señal o un príncipe azul que te salve la vida y te enseñe a leer y a escribir, y a hacer el amor sin quitarte la ropa, sólo con los ojos, y los pómulos rojos y el gesto cansado de esperar, esperar un príncipe azul que salga de las revistas o de la pantalla del televisor. Vives pensando en no envejecer, o al menos llevarlo bien, ser una madurita con encanto que sepa dejarse ver y que de vez en cuando brille el sol más de la cuenta y vengan a buscarte al trabajo y te mires en el espejo de la marquesina del autobus demasiado contenta como para ser tú y se te arrugue el rostro al ver que todo es mentira, el príncipe azul, tu imagen reflejada en la marquesina del autobus y hasta las promesas de los anuncios de belleza.
Recomendación cinéfila (doble): Otra mujer - Interiores
Estas son, para mí, dos de las mejores películas de Woody Allen. Nada que ver con las comedias disparatadas de su primera época ni con los dramas ácidos y divertidos tipo Manhattan o Annie Hall. Son historias complejas que invitan a la reflexión, con una profunda carga psicológica y un verdadero derroche de técnica en cada escena. Visual y estéticamente, para mí, seguramente lo mejor que ha rodado el director.
Allen ha hecho muchas cosas mal a lo largo de su carrera, como por ejemplo firmar contratos que le obligan a rodar una película por año y todo lo que ello conlleva (un buen puñado de obras menores) pero, creo que el tipo es sino el mejor, uno de los mejores cronistas del mundo actual, y que conoce como nadie a las personas que habitan en él: como se relacionan, en qué piensan, que les gusta, de qué tienen miedo...y que sabe además, llevar todos estos conocimientos a la pantalla de un modo fantástico.
OTRA MUJER cuenta la historia de una profesora de Filosofía que alquila un céntrico estudio en Nueva York para poder trabajar tranquilamente en su nuevo libro. Pronto se da cuenta de que escucha las sesiones del gabinete de psicología del piso de al lado y, tras oír confesar sus problemas a una mujer, establece analogías con su propia existencia y comienza a hacer un exhaustivo autoanálisis de su vida. A partir de aquí la mujer se da cuenta de que su matrimonio, sus relaciones familiares y profesionales, sus amistades, etc... son puro artificio, una vida superficial y vacía que parece estar a punto de derrumbarse. Allen teje una historia opresora e incómoda capaz de escarbar en la conciencia del espectador, y consigue finalmente una genial representación de uno de los males más comunes del hombre contemporáneo: el pánico a tomarse en serio, el miedo a plantearse la vida desde un punto de vista metafísico y profundo.
La fotografía es de Sven Niqvist, el cámara habitual de Bergman, talento puro y técnica inmejorable. La historia la protagoniza Gena Rowlands, una de mis actrices fetiche, que lo borda para variar. Una de mis películas favoritas.
INTERIORES es, bajo mi punto de vista, una versión moderna de la brutal obra de Bergman "Gritos y susurros". Sobriedad y elegancia al servicio de una historia escabrosa en la que el hilo conductor es el divorcio de un matrimonio de clase alta y las consecuencias que este conlleva dentro del seno familiar. Increíble la disección que Allen hace de los personajes, como consigue reflejar sus miedos interiores, sus manías, sus defectos, mostrándolos como seres que, a pesar de creerse en un escalón superior debido a su estatus social, son altamente vulnerables y, en definitiva, humanos.
Visualmente la película recuerda por construcción de planos y por simbolismos (jarrones, colores, peinados, gestos, etc) a la estética elegante e icónica de Bergman (uno de los héroes de Allen). Un guión fantástico que emociona y consigue hacer reflexionar. El diseño de vestuario y muchos detalles de la excelente
dirección artística son de Joel Schumacher (director después de "El
fantasma de la ópera de Andrew Lloyd Weber). Diane Keaten brillanete y guapísima, como siempre. Cine con mayúsculas. Buenísima.
Paul sintió como
comenzaba a marearse mientras el coche cruzaba la segunda avenida y él veía
pasar frente a sus ojos la noche de Machine, con todo su colorido, su esplendor,
y su brillante decadencia. La
cabeza comenzó a no pesarle, y su cuerpo se convulsionó nerviosamente hacia el
salpicadero del coche.
- ¡Joder! ¿Está usted bien? - dijo el inspector asustado mientras
Paul recuperaba la compostura.
- Sí, no se
preocupe, me ha parecido perder el conocimiento sólo por un momento.
- Ya casi
estamos, tranquilo amigo.
Cuando llegaron
a la comisaría de Perlington Raymond estaba en una sala de espera con la cara
hundida en sus grandes manos, Paul se acercó, se arrodilló frente a él, y puso
las manos sobre sus rodillas.
- ¿Estás bien
Ray?
- He estado
mejor. Lo siento mucho Paul, lo
siento de verás. – dijo Raymond
avergonzado.
- No te
preocupes amigo, saldrás de esta.
Ambos se
quedaron en silencio unos instantes, Paul se mantenía a un par de palmos del
rostro cabizbajo de Raymond, escudriñándole pacientemente, hasta que no aguanto
más.
- Por dios Ray,
¡podías haber matado a alguien!
¿Te das cuenta de eso maldita sea?
- dijo Paul en voz baja pero con un tono que denotaba rabia y decepción.
- Lo sé Paul, lo
siento. No quiero volver a esa
casa, todo cuanto ahí en ella me recuerda lo que pasó.
Raymond no
levantaba la cabeza, no miraba a Paul.
Este por su parte miraba al techo con los ojos brillantes a punto de
desbordar, empatizando con la terrible ansiedad de su amigo.
- Escucha Ray,
ya nos ocuparemos de eso, encontraremos alguna solución, no te preocupes. Llamaré a Tony ahora mismo, ¿de
acuerdo? Te sacará de aquí en un
abrir y cerrar de ojos.
- Lo siento de
verás Paul, no sé como ha podido pasar, estoy avergonzado. – contestó Raymond.
Paul le abrazó,
pero Raymond continuaba encogido con la cabeza escondida entre las palmas de
sus manos.
Sólo unos
segundos después, el inspector Chalmers entró en la sala para anunciar que Raymond
tendría que estar en el calabozo como mínimo hasta que el abogado llegase por
la mañana, yaque se había negado a aceptar uno de oficio.
Dos agentes se
llevaron a Raymond, y Paul salió afuera
para llamar por teléfono a Tony, su abogado. Y también su hermano.
- ¿Tony? Espero no molestarte.
- Hola Paul,
¿cómo estás? No te preocupes, me
pillas cenando en Marrit con gente de Festars&Lopz, pero ya estamos con las
copas, dame un minuto.
Tony se excusó y
se levantó de la mesa, caminó hasta el vestíbulo y reanudó la conversación.
- Dime Paul,
¿cuál es el problema? - preguntó
amablemente.
- Es Raymond, se
ha metido en un buen lío.
- ¿Cómo se
encuentra? Mandé una corona de
flores, estaba de viaje, he llegado esta misma tarde, lamento no haber podido ir
al funeral. – se excusó Tony.
- Escucha, la
cuestión es que…
Paul habló casi
sin interrupción durante más de quince minutos. Cuando al fin dio la impresión de haber terminado, Tony se
decidió a quitarle la palabra.
- Hablaré con un
amigo del bufete, estará en la comisaría a primera hora de la mañana y a
mediodía Raymond estará fuera. En
el juicio alegará enajenación transitoria y le obligarán a visitar a un
loquero, tendrá que pagar un buen pellizco y le caerán unos cuantos días de
servicios sociales, pero saldrá sin cargos. – recitó Tony casi de carrerilla con voz orgullosa, amigable
y profunda.
- Gracias Tony,
te debo una. – contestó Paul
alegremente.
- Ya son unas
cuantas hermanito. Una cosa más,
dile a tu amigo que no pierda los nervios, la próxima vez podría verse envuelto
en algo más grave.
- Descuida Tony,
y gracias otra vez. Hasta pronto.
- Hasta pronto
Paul, cuídate.
Paul caminó
hasta la parada de metro de Lullaby y cogió la línea número dos, que le llevaba
directamente hasta su casa. Durante
el trayecto en el suburbano se fijó de un modo casi enfermizo en muchas de las
personas que fueron pasando por su vagón a lo largo de las siete paradas que
había que recorrer hasta Pinto, la estación que quedaba a dos calles de su
edificio. Cualquier hombre o mujer
de mediana edad, de los que conviven a millares en Machine, le parecían
personas oscuras y misteriosas, incapaces de ser felices pero capaces de
suicidarse o incluso de matar a alguien.
Paul examinaba cuidadosamente sus vestimentas, la profundidad y alcance
de sus miradas, sus movimientos y gestos, el modo en el que todos evitaban el
contacto físico con el resto, por mínimo que este fuera, la manera ruin y
cobarde de mirar al suelo desde que entraban al vagón hasta que salían de él,
rehuyendo cualquier tipo de conexión con sus semejantes. Todo aquello le provocaba a Paul unos
sentimientos de desconfianza y sospecha para con el mundo que lo llenaban de
tristeza y desasosiego. En el
metro también viajaban niños, que por suerte o por desgracia aún no sabían lo
que era la infelicidad, jóvenes que todavía estaban a tiempo de luchar por su
propia paz de espíritu, y ancianos que hacía ya tiempo que habían arrojado la
toalla resignándose a la apatía y la amargura; pero eran los hombres y mujeres
de mediana edad, los adultos, las personas en su concepto, los que intrigaban a
Paul, aquella jauría de seres en tierra de nadie que daban la impresión de
haber vivido ya lo mejor de su vida y ahora no podían sino deslizarse en una
melancólica cuesta abajo. Paul se
compadeció de sí mismo, a sabiendas de que, casi con total seguridad, él
también era uno de ellos. Pero,
¿cual era solución? ¿saltar por la ventana?.
Cuando llegó a
la parada de Pinto, Paul se encaminó instintivamente hacia su apartamento, pero
estaba demasiado deprimido como para encerrarse solo en aquellas cuatro
paredes, así que se dirigió al “Armchair Boogie”, el bar dónde solían ir a
emborracharse él y Raymond. Caminó
por la media docena de estrechas calles que era necesario recorrer para llegar
al bar, fijándose en las estropeadas fachadas de color gris de los enormes
edificios residenciales, a punto de caerse a pedazos, contritos y olvidados,
con un profundo aspecto de abandonados y sin embargo llenos de vida gracias a
las decenas de ventanas que resplandecían luz amarilla y dibujaban siluetas
detrás de las cortinas, a las cuerdas con ropa tendida, a los gritos
salvajemente humanos que llegaban desde el interior. Estas construcciones alternaban y contrastaban
provocativamente con los edificios de apartamentos que el gobierno de Machine
había construido gracias al plan de renovación del suelo de hacía unos cuatro
años. Estrechas y altas
estructuras salpicadas de balcones simétricos y pequeñas ventanas, elaboradas
con materiales modernos y diseñadas bajo un concepto estético vanguardista y
atrevido. Estos edificios parecían
no respirar, se mantenían inertes dentro del amalgama urbano, con sus luces
casi siempre apagadas, sus portales vacíos y vigilados cuidadosamente por uno o
dos porteros, coquetas edificaciones llenas de sobriedad y seguridad. Aburrimiento extremo, en definitiva, en
comparación con la estampa de alguno de los viejos bloques, escandalosos y al
borde del derrumbe, pero siempre dando la impresión de estar apurando el último
soplo de vida. Los pobres suelen
estar más capacitados para disfrutar de la vida que los ricos.
Cuando Paul
llegó al Boogie el bar presentaba su aspecto habitual. La vieja gramola sonando y escupiendo a
Johnny Cash, Buba en la barra con sus casi dos metros de sonrisa y afabilidad
sirviendo whiskys, un buen número de hombres solitarios y bebedores, en su
mayoría artistas, y otro puñado no menos numeroso de mujeres liberadas y
hermosas, con esa suficiencia abrumadora y llena de encanto que poseen aquellas
que han trascendido la imagen de la femme fatale para convertirse simplemente
en mujeres de verdad.
Paul se acercó a
la barra sonriendo y se sentó mientras estrechaba la mano de Buba.
- Con estas
manos habrías ganado millones en el boxeo, ¿lo sabes verdad? - dijo Paul con tono divertido.
- Eso dicen,
pero el negocio del whisky no me va mal, te lo aseguro, me gusta más la gente
que bebe que la que se pega puñetazos.
– contestó Buba entre risas.
- ¿Qué tal esta
el gran hombre? Me quedé
preocupado el día del funeral, cuando salió por piernas. – preguntó Buba.
- Bueno, te lo
puedes imaginar, es complicado. –
contestó Paul intentando eludir el tema.
- No la conocía
mucho, Ray la trajo alguna vez y recuerdo que cuando tú estabas casado solíais
venir los cuatro, pero me sorprendió la noticia. ¿Nunca sabes por dónde demonios va a salir la gente,
verdad? Espero que Ray lo supere
pronto, es un gran tipo. – dijo
Buba, hablando desde el más sincero aprecio.
Una preciosa
mujer rubia con el pelo a lo garçon a la que sólo le faltaba gritar ¡New York
Herald Tribune! entró al bar, llamando la atención de Buba, que sentía devoción
por los pelos cortos. Paul se
levantó y se acercó hasta la máquina de discos. Introdujo un buen puñado de monedas y seleccionó el “Rain
dogs” de Tom Waits al
completo. Volvió al lugar donde
estaba sentado, giró su taburete 180º, apoyando la espalda sobre la barra para
obtener una panorámica perfecta del interior bar y escuchó el disco mientras
iba rellenando su copa una y otra vez con la botella de bourbon que Buba había
dejado sobre la barra.
Cuando el disco
terminó, una diminuta chica morena muy joven se acercó a la máquina y puso la
canción “"Blue suede shoes"” de Carl Perkins. Paul la miró y pensó que sólo en el Boogie se podían
encontrar chicas jóvenes y guapas que metiesen una moneda en la máquina de
discos para escuchar aquello. Se
levantó con una sonrisa, dijo adiós con la mano a Buba, que conversaba con la
rubia al otro extremo de la barra, y se marchó a casa.
Paul volvió a
recorrer la media docena de callejones que separaban el Boogie de su casa,
observando de nuevo los viejos y ajados bloques residenciales donde vivían
feliz y tristemente los negros y chicanos y los edificios de apartamentos
modernos y horteras donde la clase alta simplemente vivía. Caminó en total soledad disfrutando de
la madrugada. Cuando llegó a casa
envió un mensaje a su jefe avisándole de que el día siguiente no iría a trabajar,
y se durmió con la ropa puesta.
Recomendación musical: Carl Lee Perkins - Original Sun Records Greatest hitshttp://rapidshare.com/files/147021423/Carl_Perkins_-_Originel_Sun_Greatest_Hits.rar.html
Carl Perkins
Adoro a Elvis, pero casi adoro más a este tipo, Carl Perkins, ¿el verdadero rey del rock? Jovencito blanco de familia humilde, creció rodeado del gospel y el blues que cantaban los negros en los campos de algodón. Cuenta la leyenda que se presentó en Sun Records con su guitarra y una canción escrita en un saco de patatas ("Blue suede shoes"). De ahí al estrellato, llegó enseguida al millón de copias, se coló en todas las listas de éxitos y, lo más importante, comenzó a hacer llegar a la gran masa el verdadero sonido rock'n'roll americano, deudor de la música negra de raíces sureñas.
Cuando el tema estaba en lo más alto, Perkins sufrió un accidente de coche cuando viajaba al programa de TV de Ed Sullivan (algo así como un trampolín hacia la fama) en el que murieron su manager y su hermano. Estuvo fuera de la circulación más de un año y, adivinen quién eligió Sun Records para versionar "Blue suede shoes" y que la canción siguiera en lo más alto. Bingo, Elvis Aaron Presley.
El resultado, Carl Perkins se fue a Columbia Records y nunca volvería a estar en la cumbre, y el camino de Elvis es conocido por todos.
Recomiendo también estas dos joyitas:
The Milllion Dollar Quartet - The Million Dollar Quartet http://rapidshare.com/files/82244007/MillionQuarte.rar
The Million Dollar Quartet
Super combo formado por Carl Perkins, Elvis Presley, Jerry Lee Lewis y Johnny Cash, que grabó unas cuantas sesiones improvisadas, hoy ya clásicas, el 4 de diciembre de 1956. No es ningún alarde y todo es bastante caótico, pero oír cantar juntos a esta panda vale millones.
Carl Lee Perkins & Friends - Class of '55 http://rapidshare.com/files/306218079/1986_2__-__Class_of__55_-_A_Memphis_Rock___Roll_Homecoming__Carl_Perkins__Jerry_Lee_Lewis__Roy_Orbis
Carl Perkins, recordando al Million Dollar Quartet, se junta con Johnny Cash, Jerry Lee Lewis y Roy Orbison y edita este disco de nuevo con Sun Records, tributo a sus años dorados en esa discográfica. Maravilloso.
Motel Crisis es un espacio creado con la intención de ofrecer un acceso sencillo a la personalidad estética del autor y a la variedad de una obra en constante desarrollo. (narrativa, poesía, relato, crítica, guión cinematográfico, periodismo...)