jueves, 11 de junio de 2009
UNDERWORLD
Willy estaba harto de buscar trabajo. La situación laboral del país era desastrosa y él tenía la sensación de encontrarse sumido en una espiral de páginas web de búsqueda de empleo, ETT’S, entrevistas y currículums que, irremediablemente, parecían precipitarle lentamente a la más absoluta depresión.
Era jueves por la mañana, Willy, por fin, tenía su primera entrevista en casi 4 semanas. La empresa era una agencia de comunicación bastante mediocre, y el puesto no tenía demasiado que ver con su formación y su perfil, pero simplemente haber conseguido una cita ya resultaba un gran logro.
Willy era muy puntual, así que después de relajarse tocando su guitarra salió de casa y cogió el metro 45 minutos antes de la hora de la entrevista. Recorrió las 7 paradas que separaban su casa de la agencia en 20 minutos. Durante el viaje se fijó concienzudamente en la gente que viajaba en su vagón. Un grupo de guiris obesas quemadas por el sol, varios obreros ataviados con monos azules y bocadillos envueltos en papel de aluminio, cincuentones ociosos y tristes que leían la prensa gratuita, amas de casa sudamericanas con forma de jarrón, jipis con rastas, jipis sin rastas, estirados con traje hablando por el móvil…
Su mirada bailaba de una persona a otra, observando con atención, pensando, analizando, y, finalmente, juzgando. Consideraba a la mayoría de las personas idiotas, pero aquel cuadro matutino le convencía más que nunca. Toda aquella gente con la mirada perdida y la expresión anónima, sin carácter, incapaces de pensar en nada que no fuera el partido de fútbol del fin de semana o la hipoteca del piso. Entremezclados con sus valoraciones acerca de la masa le atacaban la mente varios pensamientos recurrentes. Solía soñar despierto, imaginarse a sí mismo cómo un gran músico, líder de una de las bandas alternativas más de moda del momento; también se veía cómo el mánager más querido de la escena, rico y adorado a partes iguales. En ocasiones estos pensamientos eran más banales y simplemente soñaba con estar rodeado de mujeres, a cual más bella y amable. Puñados de mujeres que suspiraban por un beso de su héroe.
No le costó encontrar la dirección que la secretaria le había dictado por teléfono. Número 35 2º1ª. Llamó al timbre y contestó una voz femenina, extrañamente dulce y amable, que le invitó a subir.
Una vez arriba Willy empujó la puerta, que ya estaba medio abierta. Una mujer de unos 50 años le invitó a pasar a una salita decorada parcamente y a sentarse en el sofá de cuero negro. Willy lo hizo y esperó el siguiente acontecimiento. Los minutos pasaban, pero era consciente de que había llegado pronto y continuó aguardando pacientemente. Cuando el reloj marcó las 12:45 sus nervios se encontraban ya a flor de piel, estaba decidido a levantarse e ir a preguntar a la extraña y simpática mujer cuando esta apareció por la puerta.
- Perdón por la tardanza cariño. Estas son nuestras chicas. Elija usted la que más le guste. 100 euros media hora. 150 la hora entera. ¡Adelante chicas!
Willy no daba crédito a la situación, se quedó completamente paralizado, con las manos en las rodillas marcando el gesto de levantarse del sofá pero sin conseguirlo. Finalmente consiguió hablar.
- Lo lamento señora, ha debido haber un error.
Pero la mujer continuaba su discurso irreductiblemente.
- Y esta es Annette, es de Francia, todo un encanto cómo puede ver. Gracias Annette cariño. Esta encantadora morena se llama Linda y…
- Disculpe. Discúlpeme por favor, de verdad le digo que creo que ha habido un error. – Willy había conseguido levantarse y hablaba mientras recorría ágilmente el camino de salida.
Una vez fuera respiró hondo, se tranquilizó y bajó al piso de abajo. Ni rastro de la agencia. Volvió a subir las escaleras hasta alcanzar el piso que se encontraba un nivel por encima del que tenía apuntado. Allí estaba, llamó al timbre con cierta vergüenza por el retraso y entró.
La entrevista fue un fracaso, pedían demasiada experiencia y Willy no tuvo ninguna opción.
Mientras bajaba por las escaleras diciendo adiós al trabajo se detuvo, se sentó en una de aquellas frías escaleras y analizó su cartera minuciosamente.
Finalmente llamó de nuevo al timbre de la primera casa, y la misma señora dulce y amable lo atendió con más cariño si cabe.
Willy pasó media hora con Annette y salió de allí.
En el camino en metro de vuelta a casa se sentó en una de las esquinas cercanas a la puerta. Fijó primero su mirada en un hombre con gesto triste que leía un best-seller de tapa dura, después observó a dos mujeres de barrio de mediana edad que estaban sentadas al lado exactamente en la misma postura y con los ojos clavados en la misma dirección, cómo dos réplicas iguales. Después se fijó en un joven, luego en un señor mayor, finalmente en un emigrante negro que le sonreía a la nada por no tener nada… Pasaron las 7 paradas y al salir del metro Willy cayó en la cuenta de que todas aquellas personas, toda aquella masa de gente anónima e insignificante, todos y cada uno de ellos, estaban pensando exactamente lo mismo que él.
© D.A.S 2009
Recomendación musical: Cat Power - Dear sir (1995)
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