martes, 18 de agosto de 2009

LA MINIFALDA MÁS CORTA DEL VERANO



Ayer quedé con un amigo y apareció con una enorme sonrisa en la cara. Le pregunté a que se debía tanta felicidad, habíamos pasado el fin de semana juntos y entre ambos debíamos haber dormido unas 6 o 7 horas, hacía un calor insufrible y la ciudad estaba desierta, desangelada. El día no parecía gran cosa, desde luego.
“Acabo de ver la minifalda más corta de lo que llevamos de verano”, me dijo. Pasamos el resto de la tarde hablando y bebiendo cerveza de alta graduación, el mejor remedio para combatir la resaca. Nos marchamos al llegar la noche y al despedirnos él continuaba con la misma sonrisa.
Es curioso observar las grandes diferencias que tenemos las personas en lo que se refiere al concepto de felicidad. Esa misma mañana me habían dado una novedad profesional ilusionante y había leído en el periódico un par de buenas noticias, pero yo no llevaba puesta la sonrisa. No me considero una persona demasiado alegre, pero la verdad es que ayer tenía motivos de sobra para estarlo. Y no lo estaba.
La gente se empeña en querer siempre más y más, y esta necesidad imperativa y autocreada es la que nos estrecha el camino hacia la felicidad, la que te dice que si las cosas van bien podrían ir mejor, y que si no van bien todo es una puta mierda.
Quizá la verdadera clave de todo este asunto de índole eterna y universal esté en conformarse, en saber hasta dónde y cómo se quiere llegar, poniéndose metas realistas e intentando mirar a la vida con ojos amables, sonriendo lo máximo posible y aceptando las cosas vengan cómo vengan siempre con el mejor humor posible.
Yo, personal y activamente, comparto poco esta teoría. Me quejo, me enfado, critico todo lo criticable, soy intolerable con las cosas que no me parece que merezcan tolerancia hasta puntos casi nazistas, cada vez odio más ir al cine o a la playa, ir en metro o en autobús, las calles céntricas o la piscina, no me gusta la gente, la aborrezco, soy de talante más bien triste y de carácter solitario. Y la verdad es que aún así me siento feliz. A mi manera, claro.
Hay muchas maneras de ser feliz, pero seguro que la gente que, cómo mi amigo, sonríe y deja que su día se alegre por la simple visión de la minifalda más corta del verano, lo tiene mucho más fácil.
© D.A.S 2009

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