lunes, 12 de julio de 2010

STILLSTAND


Abrazabas demasiado fuerte.
Abandonaste demasiado pronto.
Mentías cuando no era necesario.

Todo lo que hicimos mal fue jugar al romance adolescente con unos dados que tenían pintadas caras tristes en cada uno de sus lados,
confiar en las bondades del azar de la naturaleza humana
hizo que tuviéramos todas las de perder.
Y ahora al escuchar las canciones que hicieron llorar a nuestros padres es como si te viera otra vez sentada al piano, con tus estropeadas manos tocando sin descanso las melodías que nos vieron crecer y caer antes de tiempo, y las lágrimas que corren por tus pómulos hinchados ríen de pena pensando en los lejanos momentos en los que el verano de nuestro amor fue la única estación desde la que salía el tren para regresar a casa.

Nunca he creído en el destino, pero sé con certeza que el fin de todo esto estaba escrito desde mucho antes de conocernos, y el hecho de saber con seguridad matemática que las cosas van a terminar trágicamente provoca en mí una necesidad irracional de llegar hasta el final, más allá del fuego y del incendio, hasta que ya no queda nada.
Ya no queda nada.

Aunque a veces pienso/deseo que si te hubieras quedado a mi lado
quizá habríamos acabado bailando juntos en el valle de tus antepasados, vestidos con flores y rodeados de un millar de niños.
Habría sido un bonito final,
pero abrazabas demasiado fuerte.
© D.A.S 2010

 






Puede que “The Nightmare of J B Stanislas” sea el último disco maldito de la historia.  Comparado por la crítica, a posteriori, con otros discos irrepetibles de la época como el “Sgt. Pepper's Lonely Heart's Club Band” de The Beatles y el “Smile” de The beach boys, las canciones de aquel disco, que llegó a reeditar Rev-Ola y Wah Wah en 2005, siguen siendo uno de los secretos mejor guardados de la historia de la música, y la leyenda que guarda entre sus notas, una de las más apasionantes que jamás se pudo contar.
Su historia es la de un joven inglés que se pasó buena parte de su juventud deambulando por Francia, tocando por bares y restaurantes y durmiendo en las playas de Saint Tropez. Va consiguiendo poco a poco un pequeño número de adeptos, uno de los cuales le graba en 1968 una pequeña maqueta acústica. Un año después, dicha maqueta llega a manos del sello discográfico francés DiscAZ (también hogar de artistas como Brigitte Bardot, Francis Lai o Michael Polnareff). Con tan solo escuchar “Deeper tones of blue” el acuerdo queda cerrado. El encargado de producir el disco es Eddie Vartan (hermano de Sylvie Vartan, e importante representante de la escena rock francesa), que echa mano de una orquesta de 56 músicos (entre los que se encontraban algunos de los habituales en los tours de Johnny Hallyday) para grabar el disco en los estudios Davou de Paris. Garrie, amante de lo acústico, se distancia de los ampulosos arreglos de Vartan, pero finalmente tan solo la final “Evening” queda tal y como la deseaba su compositor, con el único apoyo de una trompeta.
un disco tremendamente bello, considerado a día de hoy una pieza vital del baroque-pop, ligeramente remozado a base de psicodelia, y con unas letras que por momentos rozan lo surrealista, dando ese halo de misterio que avanza el título del álbum, y que tanto aumentó su fama de maldito entre los pocos que pudieron llevarse una copia al oído en los lustros siguientes a su publicación. Un álbum que impacta por unos arreglos tan voluptuosos como, por momentos, desconcertantes, que van de lo exquisitamente melódico a lo sorprendentemente complejo; que disfruta al mismo tiempo de la elegancia vocal y melódica de Garrie, y la fantasía voluptuosa de las partituras de Vartan, ocupando algún punto entre Leonard Cohen, Serge Gainsbourg y Tim Buckley. La emoción contenida de “Deeper tones of blue”, la dulzura de “Can stay with you”, la perfección pop de “The Nightmare of J B Stanislas”, los detalles de imaginación de temas como “Ink Pot Eyes” o “The Wanderer” o la impactante “Wheel of fortune” marcan algunos de los muchos puntos álgidos de un disco que quedó escondido en esos recónditos espacios que la industria musical tanto gusta crear, hasta convertirlo, cual artesano proceso de fermentación en bodega, en la obra maestra que hoy, afortunadamente, podemos disfrutar.
(Texto extraído de www.elephant.com)

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