Tres maneras de decir adiós
no tienen porque ser pocas,
si lo siguiente
es la misma madrugada de ayer
imitando a la de mañana,
no tienen porque ser pocas.
Una cama y un puñado de palabras
son suficientes para sonreír
si mamá lavó las sábanas,
y si está noche hay luna llena
quizá sea el momento
de hablar de lo que de verdad importa,
de decir algo sincero
y de despertar las horas muertas
a golpe de corazón acelerado.
El amor al arte,
el arte de amar
y de hacer el amor
y de desnudarte,
de pedir perdón
por no apagar la luz y
los zapatos de tacón rojos
que resuenan en las escaleras,
mientras esperas que diga
lo que debería decir,
porque unas pocas palabras
deben bastar para ser feliz,
al menos por esta noche.
Sería capaz de inventar
una salida a estas cuatro paredes,
o hasta la vacuna del sida
si te quedas esta noche y
me sacas a golpes de cadera
esas palabras que curan,
que hacen daño
cuando se escuchan
y en realidad no dicen nada,
y la vida sigue siendo tan triste
como una puta dormida
al otro lado de la barra.
© D.A.S 2009
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